En la iglesia del Santo sepulcro en Jerusalén, en el día de navidad del año 1119, nueve
caballeros realizaron ante el Patriarca de la ciudad los votos de pobreza, castidad y obediencia. Seguirían la regla de una
comunidad religiosa, pero se dedicarían a la protección de los peregrinos en tierra santa.
Se llamaron a sí mismos Los Pobres Soldados de Cristo y serian
conocidos en todo el mundo como Los Templarios. La historia en torno a la Orden es difusa y en ella se funde la verdad histórica
con la leyenda y la injuria. Porque los templarios no dejaron indiferente a nadie. El cronista latino Guillermo de Tiro, por
ejemplo, cuenta en su historia Rerum in partibus transmarinis gestarum que "en aquel año de 1119, ciertos nobles caballeros,
llenos de devoción a Dios, religiosos y temerosos de Él, poniéndose en manos del señor patriarca para el servicio de Cristo,
hicieron profesión de querer vivir perpetuamente siguiendo la costumbre de las reglas de los canónigos, observando la castidad
y la obediencia y rechazando toda propiedad.
Los primeros y principales de entre ellos fueron dos hombres venerables, Hugo de Payens
y Godofredo de Saint-Omer". Otro importante historiador que hace mención a los Pobres Caballeros de Cristo es Jacobo de Vitry
(S. XIII) quien en su Historia Orientalis seu hierosolimitana señala que estos "se comprometieron a defender a los peregrinos
contra los bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano". Además señala que "como
no tenían iglesia ni lugar en que habitar, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo del Señor (...) y por esa razón
se les llamó más tarde templarios."
Los nueve caballeros fundadores fueron Godofredo de Saint-Omer, Geoffrey Bissot, Payen
de Montdidier, Archembaud de Saint Aignant , Andrés de Montbard, Gondemar, Hugo de Champagne, Jacques de Rosal y Hugo de Payens,
quien se convirtió en el primer Gran Maestre de la Orden.
Los primeros nueve años los templarios ubicaron su residencia en una parte del castillo (en las caballerizas)
del rey de Jerusalén, Balduino II, que se encontraba junto a la mezquita de Al Aqsa, precisamente sobre las ruinas del templo
de Salomón. Durante esta primera época se hicieron buena protegiendo a los peregrinos que circulaban por el camino
Jaffa- Ramleh- Jerusalén. El 14 de enero de 1129 Hugo de Payens se hace presente en el concilio de la Iglesia realizado en
Troyes con el fin de obtener la aceptación apostólica de la nueva Orden y redactar una regla de vida. Al conclave asisten
los arzobispos de Reims y Sens, con sus obispos sufragáneos- 10 en total, los abades de Vézelay, Cîteaux, Clairvaux -San
Bernardo-, Pontigny, Troisfontaines y Molesmes, algunos personajes laicos tales como Teobaldo de Blois (conde de Champaña),
Andrés de Baudement (senescal de Champaña), el conde de Nevers y por supuesto una gran cantidad de clérigos del Cister que
impulsó las ideas reformistas y cuya asistencia fue altamente positiva para llevar a buen fin la aprobación de la regla.
De singular importancia para la Orden reviste la figura de Bernardo de Clairvaux (Claraval)
quien impulsa fuertemente este nuevo tipo de caballería, ayudando de hecho en la redacción de las setenta y tres cláusulas
de la regla primitiva templaría. La admiración de Bernardo por los Caballeros del Temple queda de manifiesto en su De laude
novae militiae donde se intenta conciliar la idea del monje caballero en clara a alusión a los templarios; "Un Caballero de
Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a un doble combate: frente a las tentaciones de la carne y la
sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a
su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas
dos precauciones, no teme a los hombres ni a demonio alguno."
El 24 de mayo de 1136 fallece Hugo de Payens. Le sucede como Gran Maestre Roberto de
Craón, llamado "El Borgoñés", un noble proveniente de Anjou. Bajo el liderazgo de este la Orden se consolida, logrando
conformar una estructura organizativa sólida, consiguiendo además una serie de privilegios de parte de la Iglesia. Seria también
durante el maestrazgo de Roberto cuando el Papa Eugenio II le concede al Temple la cruz en el manto, "en el lado izquierdo
por encima del corazón". De acuerdo a las crónicas de la época esta era "de tela, cosida en el manto y (...) los del
temple la llevan sencillamente bermeja".
La célula operativa básica de la Orden del Temple se encontraba formada por Encomienda.
Esta correspondía a un recinto defensivo, cuadrangular, con torres en los ángulos, rodeada por fosos y algún estanque. En
su interior se distribuyen los diversos edificios: la granja, los de los artesanos, el albergue, la hospedería, y junto a
la iglesia de los Caballeros la "gran casa" o Convento. La reunión de una serie de encomiendas conformaba una Provincia, bajo
el mando de un Maestre Provincial cuyo asiento se ubicaba en la casa provincial instalada en la encomienda más poderosa del
grupo. Todas las Provincia debían obediencia al Gran Maestre General, cuya Casa capitana se encontraba en Jerusalén.
En Oriente hubo cinco provincias, mientras que en el occidente llegaron a ser doce en el momento de máximo esplendor.
Durante su estada en Oriente Medio, primero, y en la España musulmana, después, aprendieron
el árabe, lo que les abrió las puertas de la cultura oriental, adoptando muchas de sus prácticas. Especial contacto
tuvieron con los Ismaelitas aglutinados en la Orden de los Assashins alrededor del Viejo de la Montaña. Esta orden,
religiosa y guerrera, se creó en el año 1090 cuando su primer sheik el Yabel - Gran Maestro- se instaló en el castillo del
Alamut, al norte de Siria, donde reunió una fabulosa biblioteca. Las analogías entre ambas Ordenes son bien curiosas,
hasta el punto de que cabe pensar si no habrán salido éstas de la misma mente: tanto Templarios como Assashins vestían de
blanco y rojo, utilizaban el simbolismo del número nueve, su estructura jerárquica era equivalente (Gran Maestre, Caballeros,
Escuderos, Hermanos, Servidores), constituían una dualidad religioso militar.
Respaldados por una sólida estructura organizativa, la Orden dedico denodados esfuerzos en desecar
pantanos, explotar salinas, canalizar ríos y lagunas, desarrollar cultivos, abrir nuevas vías de comunicación o reconstruir
aquellas fuera de uso- especialmente calzadas romanas-, reducir o eliminar aquellos impuestos que obstruían el comercio, proteger
a los transeúntes, así como también estableciendo mercados de los que eran guardianes y beneficiarios, como medio para
desarrollar las regiones. Con las ganancias obtenidas de su trabajo, el Temple pagaba rescates de reyes y doncellas (como
el de San Luis de Francia y el de la Dama de Oropesa, Toledo), financiaba la construcción de los grandes edificios góticos,
las catedrales, y costeaba los gasto de la empresa llevada a cabo en tierra santa.
Uno de los aspectos más relevantes de la acción de la Orden para Europa tiene que ver
con la adquisición por parte de los templarios de los distintos saberes de oriente y que traspasarían luego al viejo continente
a través de la fundación de universidades (Palencia y Coimbras, entre otras) y centros de cultura (Escuela de traductores
de Toledo, Escuela Naútica de Sagres, Instituto luliano de Mallorca). Es decir, los Pobres Caballeros de Cristo recuperan
para los europeos aquel conocimiento perdido tras el derrumbe del Imperio Romano y le añaden, además, nuevos conocimientos
propios del mundo oriental.
En 1305 el rey de Francia, Felipe IV "El Hermoso", consiguió que eligieran Papa al arzobispo
francés Bertrand de Got, que tomaría el nombre de Clemente V. El ánimo de este hombre estaba de continuo ocupado en sus dolencias
corporales; se rodeó de un colegio de médicos, a quienes colmaba de generosidades, llegando incluso a nombrar obispo a uno
de ellos, por estimar que un hombre tan cuidadoso de los cuerpos no dejaría de ser útil para las almas.
Felipe supo aprovecharse bien de la debilidad e indecisión del Papa. Bastaba recordarle
la suerte desdichada que corriera su predecesor, quien murió de disentería antes de haber cumplido un ano de su elección,
para disipar en él cualquier amago de resistencia. Fue de esta forma que el rey francés pudo utilizar el poder del papado
para sus planes contra los templarios, cuyo proceso constituye una de las mayores tragedias de la historia.
Tras la caída de Jerusalén los templarios se refugiaron primero en San Juan de Acre
y luego en la isla de Chipre. Hacia 1291 la Orden del Temple poseía grandes riquezas acumuladas gracias a las labores realizadas
en sus provincias europeas. Esto sumado a la libertad con la que el Temple obraba (solo debía obediencia al Papa) y los múltiples
beneficios de los que gozaba provoco gran envidia por parte de nobles y plebeyos, lo cual se reflejaba en los comentarios
acerca de esta. En las calles de la Europa de aquella época se discutía si tenia razón de ser la existencia de la Orden cuando
Tierra Santa había vuelto a poder de los infieles; circulaban también toda clase de rumores acerca de los abyectos vicios
que los Caballeros habían copiado de los orientales, y de sus reuniones, en que adoraban al diablo y se entregaban a otras
práctica tenebrosas.
Al pueblo crédulo le bastaba comprobar que los templarios tuvieran, en efecto, reuniones
secretas en salas cerradas y custodiadas por centinelas. Felipe "el hermoso" aprovechó la opinión pública desfavorable a los
templarios para apoderarse de sus fabulosos bienes y destruir la Orden. Con el fin de consolidar el Estado francés, crear
una estructura judicial más racional y disponer de un buen ejército, Felipe necesitaba abundantes riquezas. Sus guerras,
sobre todo con Flandes, cuyo objetivo era conseguir las fronteras naturales de Francia, le costaban demasiado dinero.
Por ello recurrió incluso a desvalorizar la moneda, lo que le acarreó el apodo de falsificador. La sublevación de París en
1306 fue su consecuencia. Para asestar el golpe de gracia al Temple, Felipe puso a la cabeza del plan a otorgó a Guillermo
de Nogaret, gran Inquisidor y Custodio de los Sellos y Jefe del Tribunal de Justicia de Francia. Este actuó con insidia y
cautela, sirviéndose de antiguos templarios expulsados por una u otra razón de la Orden. Nogaret, permaneciendo entre bastidores,
los indujo a acusar a los templarios de herejía y de las acciones más vergonzosas.
El viernes 13 de octubre de 1307 fue arrestado en el complejo del Temple en Paris Jacques
de Molay, Gran Maestre de la Orden. Tres semanas antes habían sido enviadas a los baillis y Senescales de toda Francia cartas
selladas que debían ser abiertas el mismo día en todo el reino. En estas se ordenaba el arresto inmediato de los templarios
así como la confiscación de todos sus bienes. Se les acusaba de cometer crímenes "horribles de contemplar, terribles de escuchar,
(...) una labor abominable, una vergüenza detestable, algo casi inhumano, por completo distinto a toda humanidad". Las instrucciones
fueron cumplidas con notable eficiencia y en aquel día 15000 miembros del Temple (Caballeros, sargentos, confreres,
sirvientes y trabajadores) fueron capturados.
Mediante torturas y amenazas fueron arrancadas las confesiones deseadas por Felipe para ser utilizadas
contra los templarios ante los tribunales de la inquisición. El premio para quienes "hablaban" consistía en quedar libre,
a condición de que hiciese penitencia y se enmendase; de lo contrario, o si se cometía la torpeza de retractarse, el castigo
era la hoguera. El valor de estas confesiones arrancadas por el terror se puso de manifiesto en 1310, cuando se autorizó a
los templarios sobrevivientes a la prisión a expresarse libremente en París. Un templario se hizo
eco del pensar y sentimientos de sus hermanos y juró que sus confesiones y la de estos habían sido arrancadas a la fuerza.
Entonces les negaron el permiso de hablar francamente y volvieron a amenazarles con el fuego; los desdichados que poco
antes se mostraran tan audaces, se apresuraron a retractarse de cuanto habían dicho.
Las investigaciones realizadas en otros países, en que no se usó forma de tortura, la
justicia no comprobó la veracidad de ningún hecho grave imputable a los templarios.
En el Concilio de Vienne (1311-1312)
la Orden del Temple fue definitivamente disuelta. En Francia, Felipe el Hermoso se apoderó de casi todas las tierras y tesoros
de los templarios, al igual como lo harían otros reyes europeos. Otros soberanos en cambio, como el rey de Portugal, crearían
Ordenes de caballería con el fin de recibir y proteger a los templarios perseguidos.
Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden se hallaba en la cárcel desde 1307 junto
a otros tres templarios. Tras siete años de cautiverio, su expediente y el de otros jefes de la Orden fueron examinados
por una comisión de tres cardenales, los que dictaminaron cadena perpetua para estos. Tal medida agotó la paciencia del anciano
Gran Maestre. Hasta entonces había cedido siempre ante sus verdugos, pero al sentirse traicionado por el Papa y al verse
moralmente condenado exclamó: "En el umbral de la muerte, cuando incluso la mentira más insignificante hace sentir todo su
peso, tomo como testigos al Cielo y la Tierra de que he cometido un grave pecado traicionando a mi Orden para librarme de
la muerte y de insoportables tormentos. Pero aún sabiendo la suerte que me espera, no quiero añadir nuevas mentiras a las
que pesan ya sobre mí. Sacrifico los días que me quedan de vida para declarar solemnemente que nuestra orden ha vivido
siempre en le fe más pura y no se ha mancillado con actos vergonzosos". Otra declaración semejante fue firmada también
por el más íntimo colaborador Jacques el Preceptor de Normandia, Godofredo de Charney. Hacia la hora de vísperas, ambos templarios
fueron conducidos a una pequeña isla en el sena, llamada Ile-des-Javiaux, donde fueron atados a estacas y quemados vivos.
De ellos se dijo más tarde que "parecían estar preparados a soportar el fuego con tranquilidad
de espíritu". Antes de morir Jacques de Molay convoco a aparecer antes de un ano en el tribunal de Dios a Felipe IV y Clemente
V. Poco más de un mes después del deceso del ultimo Gran Maestre Templario muere Clemente V. Felipe le seguiría a la tumba
en noviembre del mismo año tras un accidente de caza.